22 de Febrero 1929
Dedicado a aquel mago, que perdido entre la muchedumbre, trajo a mi palabras al viento.
La tierra dio 10.585 vueltas al sol, nuestras piernas dieron la vuelta al mundo, hasta que en un sendero citadino, mezclado con la muchedumbre y una melodía pendiente entre nosotros, nos cruzamos. Allí estaba él, esperando a alguien, me atrevo a asegurar que no teníamos ni idea de lo que estaba a punto de suceder y menos que menos de lo que él me iba a reglar.
Lo primero que él contemplo fue el ir de esta mujer, que en sus espaldas las arenas del tiempo, los valores enraizados y la libertad, rompían con lo lineal.
Con París en mis manos sostuve a sus 54 amantes francesas y con un movimiento de baraja el as de corazones se hizo presente e indeleble se selló en mi alma. Ni el jazz más improvisado lograría la melodía de nuestras manos al hablar: Tic, Tac, tic, tac, tic, tac, tic tac. Capaz a vos te suene a reloj, pero entre él y yo encontramos una voz, un abanico de historias que estábamos a punto de escribir.
Si, el mundo giro y giro tanto como pudo para que vos me devolvieras aquella herencia perdida, volver a plasmar mi voz en unas cuantas hojas de papel y un carretel de tinta negra.
El repiqueteo de mi Olivetti es señal de que llegué al final de mis primeras líneas, primeras líneas que dicen: Te asaltan un millón de preguntas que no te podés responder, y en eso deseas escuchar su voz que te diga: tranquila, todo va a estar bien… Deseas ese beso en la frente que bendice tus sueños y te calma el alma. Anhelas que te tome la mano y te invite a bailar, que te permita apoyar tu cabeza en sus hombros y te deje soñar. Pedís a los cielos que frene ese torbellino te preguntas que te atacan, pretendes entender cómo es que lo dejaste entrar.
Giramos con la tierra 10.585 veces sin saber que nos esperábamos, nos vimos, nos miramos, nos tocamos, nos abrazamos, nos besamos y nos sonreímos por esa loca y puta puntualidad.
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